A Verónica, por todo, por tanto.

Por ella.


Había una vez unas niñas que vivian en un internado. Se llamaban Luna y Bella. Luna permanecía en la zona de reserva. El lugar donde al principio ingresaban los niños hasta que la Dirección consideraba podían compartir cuarto. Esto se hacía de forma caprichosa.

El internado había sido construido por la hechicera Arbitrariedad. Era un lugar oscuro durante la mayor parte del día. Un sitio lúgubre, muy frio en invierno y muy caluroso en verano. Con estancias pintadas de gris, muebles viejos y puertas chirriantes. Los dormitorios tenían colchones duros y la comida era muy poco apetecible y variada. Sin embargo, estaba lleno de niños y niñas que jugaban y convivían allí, a pesar de que aquel sitio no podía ser abandonado,  era imposible salir de aquel recinto aunque lo habían intentado todo.

Todo niño que ingresaba lo primero que hacía era intentar escapar de una forma u otra.  Lo tenían bien estudiado. Rincón por rincón. Allí no se vivía bien. Era un espacio complicado, muy exigente con sus alumnos. Con una disciplina y rutina muy estricta. Tan solo los dejaban salir una hora al día al patio. Algunos jugaban, otros ni aparecían por allí en meses, otros paseaban abstraidos en sus pensamientos. Los profesores: Impotencia, Frustración, Miedo, Duelo, Pérdida y la directora: Desesperanza les habían puesto un horario férreo, que les hizo cambiar su modo de vida de forma radical. 

Todo esto lo empeoraban los abusones que de vez en cuando les hacían su estancia más dura al resto de chicos. Eran: Empeoramiento, Retroceso, Incapacidad y Limitación. Siempre haciéndoles jugarretas y muchas rabias. Sin embargo, eran los ojitos derechos de los profesores.

Todas las asignaturas eran "hueso", a saber, daban: Aceptación, Autoestima, Adaptación, Superación y Trabajo interior. Había que estudiar mucho y cuando por fin te sabías el temario lo cambiaban entero a última hora. Pese a todo, los alumnos con tanta modificación lograban aprender con las habilidades que iban adquiriendo por todo este proceso a lo largo del tiempo.

Muchos se echaban la culpa de estar en ese lugar, desconocían que la hechicera Arbitrariedad los había escogido. Con una forma de actuar basada solo en el capricho y que no obedecía a principios dictados por la razón ni la lógica ni por supuesto las leyes.

Doña Deseperanza tenía una clase. Por allí los alumnos nunca eran los mismos. Iba haciendo grupos a su antojo. Luna estuvo un tiempo en su clase donde allí sí que no se aprendía absolutamente nada. Uno se sentía muy mal allí. La pena y la zozobra llenaban tu corazón. No te veías válido para nada. Desesperanza se pavoneaba de su poderío frente al alumnado. En aquella zona sobre todo se daba Superación y cambio de Perspectiva. El problema es que cada día los ejercicios eran más difíciles. La risa de doña Desesperanza se oía por todo el internado y se metía en los huesos del alumnado provocando mucho dolor. Sí, en el internado lo que abundaba era el dolor. Mucho dolor. De todos los tipos imaginables.

En una habitación contigua al aula de Doña Desesperanza se encontraba el centrifugador. Aparato del diablo. Si entrabas en el centrifugador no sabías cuando saldrías. Y allí dando vueltas no tenías fuerzas para ir a contracorriente, se apagaba toda fe que tuvieras en ti y en tu existencia, se te revolvía tu capacidad para pensar con claridad, hasta para recordar quien eras. Doña Desesperanza te metía en ese arduo elemento cuando veía que sobresalías en algo. Por ejemplo, avanzabas en sus clases de Superación. En el internado sólo querían irte destruyendo poco a poco.

Luna permaneció en el centrifugador un año y tres meses. Tiempo lleno de tristeza donde el centrifugador chupó toda su energía. La trasladaron a la habitación de Bella.

- Hola, ¿cómo estás? saludó Bella a una exhausta Luna.

- Regular- contestó Luna.

-Sé que vienes del centrifugador. Quería decirte que yo he estado allí también y que comprendo lo que has vivido- le dijo Bella

- Un tímido: Gracias- salió de los labios de Luna. Se tumbó en su nueva cama. Muy dura y muy incómoda.

Luna no conseguía dormir. Bella le dijo:

- Mira, si colocas las plantas de los pies encima del colchón y las palmas de las manos abiertas también encima, notarás que esta cama del demonio parece más blanda y por ende más acogedora.

Es lo que hizo Luna y acto seguido percibió como ese colchón duro y áspero iba estando algo más mullido y benévolo. Luna se durmió, por fin.

A la mañana siguiente, Luna agradeció a Bella su consejo.

-Gracias....por cierto, no sé cómo te llamas. Si no hubiera sido por ti, no habría dormido anoche.

-Bella me puso mi madre- contestó la otra niña.

Y bien bella que era Bella pensó Luna.

Cuando regresaron del patio para estudiar el tema de la semana: Superación, superación y superación en el dolor, Luna advirtió que Bella tenía un marcapáginas hecho por ella con un viejo cartón en el que ponía: Mucha fuerza y paciencia.

Después de la comida y otra vez en el cuarto, Luna se quejó de que le dolía el estómago. Había estado mucho tiempo en el centrifugador y había que acostumbrarse de nuevo a aquella mala comida que daban en el internado.

Bella miró el reloj y le dijo: Ven, sígueme. Luna le hizo caso pero le preguntó: -_¿Dónde vamos ahora? No podemos estar ahora fuera de los cuartos.

Pasaron por algunos pasillos que Luna no conocía por detrás del internado hasta que llegaron a una puerta. Se oían gritos y risas.

Mira, escucha le dijo Bella a Luna. 

A Luna se le escapó un grito: Aaaahhhh son los profesores riendo-exclamó.

-Si, y también los abusones- especificó Bella. Todos los días los cocineros hacen un menú especial para ellos.

Era muy arriesgado pero ya que habían llegado hasta allí esperaron que cesaran las risas. Bella sacó su navaja suiza y pudo abrir la puerta. No había nadie ya allí. Sin embargo, habían dejado al lado de la basura media tarta de chocolate y varios pasteles de limón.

-Venga, come, le dijo Bella a Luna.

- No sé. No podemos- contestó ella.

- ¿De verdad no vas a aprovechar este momento? le espetó Bella

Luna cogió un pedazo de tarta de chocolate. No se lo podía creer. Cuando ésta llegó a su paladar, sintió como si le inyectaran gozo y alegría en vena.

Lo que más le gustaba a Luna de estar con Bella en el cuarto eran sus conversaciones nocturnas. Los colchones no siempre las dejaban dormir.

- Mira Bella, la clave de vivir aquí dignamente es darse cuenta de que no podemos salir. Existe una valla rodeando el recinto del internado, la llaman Valla Investigación pero quizá nunca desaparezca, al menos en nuestra estancia. Cuando vengan otros en el futuro puede que hayan conseguido derribarla, mientras tanto esta es nuestra vida. Si, es una mierda. Pero es nuestra mierda.

Luna se quedaba absorta escuchando a Bella hablar. Le llegaban a lo más profundo de su corazón sus palabras. La veía que había trabajado tanto en su interior para mantenerse dignamente en aquel sitio que la admiraba profundamente. 

- Y valórate Luna- continuaba Bella- solo así lograrás sentirte mejor contigo misma en este asqueroso sitio. 

-Refuérzate todas las noches, pues ya has visto que nadie lo hará por ti. Y es necesario que uno mismo se reconozca lo que hace en este lugar en el que tantas veces nos acorralan y tan poca capacidad de control tenemos pues ya ves que no podemos salir de aquí y eso provoca una gran recurrente impotencia y frustración. Aunque también te digo, sé que es muy dificil, que conjugar los verbos querer, poder y deber es clave para sobrevivir aquí. Si no, sufrirás mucho.

-Las inyecciones que nos ponen todos los días de ansiedad y desconsuelo hay que contrarrestrarlas con lo que estamos haciendo ahora mismo: Hablar y apoyarnos entre nosotras.  Porque Juntas vamos a poder.

Luna agradecía como un bálsamo curativo estas palabras. Vivir allí era tan dificil.... pero Luna pensaba que el sentirse acompañada, comprendida y querida era clave para no volverse loca con esa vida.

Pero en el Internado nadie estaba libre de que Doña Desesperanza te atrapara y te metiera en el centrifugador. Llegó el día en el que le tocó a Bella. 

Cuando Luna vió que no llegaba al cuarto ni al comedor miró en el tablón de anuncios la lista de ingresos en el aula de Doña Desesperanza. Estaba Bella. No podía ser, pensó Luna. Bella no, Bella no. Se repetía y gritaba: Bella nooooooooo. Para más tristeza de Luna, Bella se encontraba en el centrifugador. Así lo comunicaron por los altavoces. 

Una gran pena y desesperación invadió el corazón de Luna. Su Bella no podía encontrarse en esa situación. Era una pesadilla. Ella sabía lo que se sufría y lo que ocurría en el centrifugador y lloró desconsoladamente por su amiga.

Un montón de preguntas se precipitaron en su cabeza: ¿Aguantaría Bella aquella horrible experiencia? ¿ Saldría algún día? ¿ Por qué todo era tan injusto y doloroso? ¿Qué podía hacer ella por su amiga?

De momento, en la hora de la siesta con mucho cuidado y atención se dirigió al aula de Doña Desesperanza donde se encontraba el dichoso centrifugador. Consiguió convencer a uno de los abusones que actuaban de vigilantes que al lado de su habitación había escuchado una gran pelea. Apurada entró en la sala y vio a Bella dando vueltas y vueltas.....fue como una puñalada en el corazón para Luna, no pudo evitar comenzar a llorar amargamente por cómo se encontraba su amiga. 

Puso la mano en el cristal del centrifugador queriendo tocar a Bella. Se sentó a su lado y le cantó la canción Somewhere only we know del grupo Keane que dice:

" Me estoy haciendo viejo y necesito algo en lo que confiar...(...) un lugar para empezar.

¿ Por qué no vamos a algún lugar que solo nosotros conozcamos?"

Luna le habló del lugar que ellas solas dos conocen donde se quieren, se comprenden y se ayudan. De sobra sabía Luna que solo conseguiría hacer eso pues lo había experimentado en sus carnes. Solo podía escaparse para acompañar a Luna en el centrifugador. El clic para que el centrifugador parara solo saltaría y se abriría cuando el que está dentro ha conseguido encontrar el botón verde.

Dichoso botón verde que es tan complicado de ver y luego de accionar.

Luna va todos los días a ver a su amiga como da vueltas en el centrifugador. Pone su mano en el cristal haciéndole saber que no está sola. Luna espera y lo hará siempre. A veces, cuando consigue margaritas por la valla del recinto, las recoge y se las lleva. Margaritas que crecen en la carretera que está al lado del internado. Fuera de la valla Investigación.

Nota de la narradora: Este cuento no tiene un final definido, las personas que conviven a diario con la enfermedad dolor crónico no saben cómo estarán mañana. Lo que si es certero que el apoyo entre ellas es clave para vivir en el internado.







 



Comentarios

  1. Querida amiga y compañera de internado. No podemos salir y lo has descrito con tal realidad como si lo viviéramos 😔. Los profesores la desesperanza y el día a día. Pero juntas es más fácil. Qué cuento tan bonito y real has escrito. Felicidades 🫂♥️✍💙

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    1. Muchísimas gracias, Leo. El mérito es de Vero que me inspiró y lo escribí por ella. Me llevó tiempo. El meterme a profundizar en nuestra situación para darle un toque narrativo, no me resultó fácil. Pero por ella, merecía la pena. Igual que por ti y Yolanda.

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  2. Eres tan bonita y valiente...tu capacidad de ver y convertir una muy mala situación(el dolor), en algo bueno como conocer y quedarte con personas que merecen la pena te hace muy muy valiente.
    El dolor cronico a mi me ha enseñado, que he de luchar en la vida por muchas más cosas el doble, pero cuando ganó o lo supero, me siento él triple de feliz que alguien que no sufre.

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    1. Muchas gracias por tus palabras. Lo único bueno que me deja mi enfermedad son mis amigas. Y eso es lo que intento plasmar en este relato.
      Todo el bien que he recibido y recibo de ellas.

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